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martes, 19 de enero de 2021

SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS.- (C) (55)

SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS.- (C) (55) 

La Resurrección de Cristo corona y concluye la subversión y la revelación de la mitología, de los ritos, de todo lo que asegura la fundación y perpetuación de las culturas humanas.

Los evangelios revelan todo aquello que necesitan saber los hombres para comprender sus responsabilidades en cualesquiera violencias de la historia humana y en cualesquiera falsas religiones.

Para que el mecanismo victimario sea eficaz, es preciso que el apasionamiento contagioso y el todos contra uno mimético escapen a la observación de los participantes. La elaboración mítica descansa en una ignorancia’, o incluso en una inconsciencia persecutoria’, que los mitos no pueden descubrir, puesto que están poseídos por ellas.

Una inconsciencia revelada por los evangelios no sólo en la idea de Juan de una humanidad encerrada en las mentiras del Diablo, sino también mediante varias definiciones explícitas, la más importante de las cuales aparece en el evangelio de Lucas. Se trata de la famosa frase de Jesús durante la crucifixión: "Padre, perdónalos, pues no saben qué están haciendo" (23,34).

Lo mismo ocurre con otras frases de Jesús, también en este caso debe evitarse vaciar las palabras de su sentido fundamental reduciendo la expresión a una fórmula retórica, a una hipérbole lírica. Como siempre, hay que tomar a Jesús al pie de la letra. Se refiere a la incapacidad de los movilizados para ver el apasionamiento mimético que los moviliza. Los perseguidores piensan que "actúan bien", creen que actúan por la justicia y las verdad, para salvar a su comunidad.

La misma idea aparece también en los Hechos de los Apóstoles, obra asimismo de Lucas, pero de estilo menos contundente. Dirigiéndose a la masa que pide la crucifixión, Pedro le atribuye circunstancias atenuantes en virtud de lo que él denomina su ignorancia’:

«Ahora bien, hermanos: sé que actuasteis por ignorancia, lo mismo que vuestras autoridades» (Hch 3,17).

Lo que es cierto para el mecanismo colectivo lo es igualmente para los fenómenos miméticos que ocurren entre los individuos. Los escándalos significan, sobre todo, impotencia para comprender, ceguera insuperable: en su primera epístola, Juan los define por las tinieblas que propagan a su alrededor:

«El que dice que está en la luz, pero odia a su hermano, sigue todavía en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay tropiezo en él» (1Jn 2,9-10).

Lo que caracteriza el proceso satánico en su totalidad es el autoengaño, y de ahí, como ya he dicho, que uno de los títulos del Diablo sea el de "Príncipe de las tinieblas". Al revelar el autoengaño de los violentos, el NT hace desaparecer la mentira de su violencia. Nos aporta todo lo necesario para rechazar la visión mítica de nosotros mismos, el convencimiento de nuestra propia inocencia.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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