SINGULARIDAD
DE LOS EVANGELIOS.- (C) (55)
La Resurrección de Cristo corona y
concluye la subversión y la revelación de la mitología, de los ritos, de todo
lo que asegura la fundación y perpetuación de las culturas humanas.
Los evangelios revelan todo aquello que
necesitan saber los hombres para comprender sus responsabilidades en
cualesquiera violencias de la historia humana y en cualesquiera falsas
religiones.
Para que el mecanismo victimario sea
eficaz, es preciso que el apasionamiento contagioso y el todos contra uno
mimético escapen a la observación de los participantes. La elaboración mítica
descansa en una ‘ignorancia’,
o incluso en una ‘inconsciencia
persecutoria’, que los mitos no pueden descubrir, puesto que están poseídos
por ellas.
Una inconsciencia revelada por los
evangelios no sólo en la idea de Juan de una humanidad encerrada en las
mentiras del Diablo, sino también mediante varias definiciones explícitas, la
más importante de las cuales aparece en el evangelio de Lucas. Se trata de la
famosa frase de Jesús durante la crucifixión: "Padre, perdónalos, pues no saben qué están haciendo"
(23,34).
Lo mismo ocurre con otras frases de Jesús,
también en este caso debe evitarse vaciar las palabras de su sentido
fundamental reduciendo la expresión a una fórmula retórica, a una hipérbole
lírica. Como siempre, hay que tomar a Jesús al pie de la letra. Se refiere a la
incapacidad de los movilizados para ver el apasionamiento mimético que los
moviliza. Los perseguidores piensan que "actúan bien", creen que
actúan por la justicia y las verdad, para salvar a su comunidad.
La misma idea aparece también en los
Hechos de los Apóstoles, obra asimismo de Lucas, pero de estilo menos
contundente. Dirigiéndose a la masa que pide la crucifixión, Pedro le atribuye
circunstancias atenuantes en virtud de lo que él denomina su ‘ignorancia’:
«Ahora bien, hermanos: sé que actuasteis por ignorancia, lo mismo que vuestras autoridades» (Hch 3,17).
Lo que es cierto para el mecanismo
colectivo lo es igualmente para los fenómenos miméticos que ocurren entre los
individuos. Los escándalos significan, sobre todo, impotencia para comprender,
ceguera insuperable: en su primera epístola, Juan los define por las tinieblas
que propagan a su alrededor:
«El que dice que está en la luz, pero odia a su hermano, sigue todavía en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay tropiezo en él» (1Jn 2,9-10).
Lo que caracteriza el proceso satánico en
su totalidad es el autoengaño, y de ahí, como ya he dicho, que uno de los
títulos del Diablo sea el de "Príncipe de las tinieblas". Al revelar
el autoengaño de los violentos, el NT hace desaparecer la mentira de su
violencia. Nos aporta todo lo necesario para rechazar la visión mítica de
nosotros mismos, el convencimiento de nuestra propia inocencia.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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