LA
DOBLE HERENCIA DE NIETZSCHE.- (E) (77)
Puesto que la preocupación por las
víctimas es algo exclusivamente reservado a nuestro mundo, se podría pensar que
nos marginan respecto al pasado. Pero no hay nada de eso: es ella la que
margina al pasado. Se nos repite en todos los tonos que el absoluto no existe.
Pero la impotencia de Nietzsche y de Hitler para destruir la preocupación por
las víctimas, seguida en nuestros días por la espantada de los genealogistas,
muestra a las claras que esa preocupación no es relativizable. Nuestro absoluto
es ella.
Si nadie logra que la preocupación por las
víctimas resulte algo "pasado de moda", significa que esa
preocupación es lo único en nuestro mundo que no es producto de la moda (aunque
las formas que revista lo sean a menudo). No es casual que la creciente
importancia de la víctima coincida con el advenimiento de la primera cultura
verdaderamente planetaria.
Para designar una dimensión permanente,
inalterable, de la existencia humana, los filósofos existenciales
(existencialistas) hablaban de ansiedad, angustia, ‘preocupación’. Y pensando en esa utilización he retomado el
término, asociándolo a ‘moderno’
para subrayar la paradoja de un valor cuyo reciente advenimiento histórico no
impide en absoluto que se imponga con la evidencia de lo inmutable y eterno.
Más allá de los absolutos recientemente
desplomados -el humanismo, el racionalismo, la revolución, la ciencia incluso-,
no se ha producido hoy ese vacío de absoluto que antaño nos anunciaban. Hay una
preocupación por las víctimas, y es esa preocupación, para lo mejor y lo peor,
el elemento dominante de la monocultura planetaria en que vivimos.
La globalización es fruto de esa
preocupación, y no al revés. Lo esencial de todas las actividades, económicas,
científicas, artísticas e incluso religiosas, está determinado por la
preocupación por las víctimas, no por el progreso de las ciencias, ni la
economía de mercado, ni la "historia de la metafísica".
Si se analizan las difuntas ideologías, se
cae en la cuenta de que lo que en ellas había de duradero era ya esa
despreocupación, aunque encubierta por las superfluidades filosóficas. Hoy todo
se decanta, y la preocupación por las víctimas aparece a plena luz, en toda su
pureza y en toda su impureza. Y es eso, retrospectivamente se ve con claridad,
lo que desde hace siglos viene gobernando bajo cuerda la evolución de nuestro
mundo.
Todas las grandes formas del pensamiento
moderno están agotadas, desacreditadas, y de ahí el surgimiento de la
preocupación por las víctimas. Tras los desastres ideológicos, nuestros
intelectuales pensaban haberse instalado para siempre en el deleitoso plato de
un nihilismo sin sanción ni obligación alguna. Hay que desengañarlos. Nuestro
nihilismo es un falso nihilismo. Para creer en él como realidad, se intenta
hacer de la preocupación por las víctimas una actitud que cae por su propio
peso, un sentimiento tan extendido que no podría considerarse un valor. Cuando,
en realidad, constituye una flagrante excepción a nuestro vacío de valor. A su
alrededor, ciertamente, no hay más que desierto, pero igual ocurre con todos
los universos dominados por un absoluto.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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