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martes, 19 de enero de 2021

EL ASESINATO FUNDADOR.- (C) (40)

EL ASESINATO FUNDADOR.- (C) (40)   

¿Por qué ciertas culturas entierran a sus víctimas bajo un montón de piedras que suele tener forma piramidal? Comprender esta forma de enterramiento como un subproducto de las lapidaciones rituales podría explicarlo. Lapidar a una víctima es cubrir su cuerpo con piedras. Cuando se arrojan muchas piedras sobre un ser vivo, éste no sólo muere, sino que las piedras toman naturalmente la forma troncocónica del tumulus’ que aparece, más o menos elaborada, en las pirámides sacrificiales o funerarias de muchos pueblos, empezando por los egipcios, cuyas tumbas tenían al principio la forma de una pirámide truncada, que posteriormente pasó a terminar a en punta. La tumba se inventa a partir del momento en que, aun cuando no haya lapidación, se propaga la costumbre de cubrir los cadáveres con piedras.

¿Cómo concebir el origen ritual del poder político? Mediante lo que se llama la realeza sagrada, que, a su vez, debe también considerarse una modificación, al principio ínfima, del sacrificio ritual.

Para fabricar un rey sagrado, lo mejor es elegir una víctima inteligente y autoritaria. Y en lugar de sacrificarla inmediatamente, retrasar su inmolación, cocerla a fuego lento en el caldo de las rivalidades miméticas. La autoridad religiosa que su futuro sacrificio le confiere no permite a esa víctima "tomar" un poder todavía inexistente, sino, literalmente, forjarlo. La veneración que inspira el sacrificio que va a realizar se va transformando poco a poco en poder "político".

La dimensión propiamente religiosa podría compararse con una sustancia materna, una placenta original de la que los ritos se desprenden con el tiempo para convertirse en instituciones desritualizadas. Las repeticiones de los sacrificios serían el equivalente de los ejercicios que se realizan para perfeccionarse en cualquier carrera o profesión.

El verdadero guía de la humanidad no es la razón desencarnada, sino el rito. Las innumerables repeticiones van poco a poco modelando instituciones que posteriormente los hombres llegarán a considerar una invención suya ex nihilo’. En realidad, es lo religioso lo que las ha inventado por ellos.

Las sociedades humanas son producto de procesos miméticos disciplinados por el rito. Los hombres saben muy bien que, por sus propios medios, no son capaces de dominar las rivalidades miméticas. De ahí que atribuyan esa capacidad a sus víctimas, que ellos consideran divinidades. Desde una óptica estrictamente positiva, se equivocan; en un sentido más profundo, tienen razón. Creo que la humanidad es hija de lo religioso.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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