EL
ASESINATO FUNDADOR.- (C) (40)
¿Por qué ciertas culturas entierran a sus
víctimas bajo un montón de piedras que suele tener forma piramidal? Comprender
esta forma de enterramiento como un subproducto de las lapidaciones rituales
podría explicarlo. Lapidar a una víctima es cubrir su cuerpo con piedras.
Cuando se arrojan muchas piedras sobre un ser vivo, éste no sólo muere, sino
que las piedras toman naturalmente la forma troncocónica del ‘tumulus’ que aparece, más o menos
elaborada, en las pirámides sacrificiales o funerarias de muchos pueblos,
empezando por los egipcios, cuyas tumbas tenían al principio la forma de una
pirámide truncada, que posteriormente pasó a terminar a en punta. La tumba se
inventa a partir del momento en que, aun cuando no haya lapidación, se propaga
la costumbre de cubrir los cadáveres con piedras.
¿Cómo concebir el origen ritual del poder
político? Mediante lo que se llama la realeza sagrada, que, a su vez, debe
también considerarse una modificación, al principio ínfima, del sacrificio
ritual.
Para fabricar un rey sagrado, lo mejor es
elegir una víctima inteligente y autoritaria. Y en lugar de sacrificarla inmediatamente,
retrasar su inmolación, cocerla a fuego lento en el caldo de las rivalidades
miméticas. La autoridad religiosa que su futuro sacrificio le confiere no
permite a esa víctima "tomar" un poder todavía inexistente, sino,
literalmente, forjarlo. La veneración que inspira el sacrificio que va a
realizar se va transformando poco a poco en poder "político".
La dimensión propiamente religiosa podría
compararse con una sustancia materna, una placenta original de la que los ritos
se desprenden con el tiempo para convertirse en instituciones desritualizadas.
Las repeticiones de los sacrificios serían el equivalente de los ejercicios que
se realizan para perfeccionarse en cualquier carrera o profesión.
El verdadero guía de la humanidad no es la
razón desencarnada, sino el rito. Las innumerables repeticiones van poco a poco
modelando instituciones que posteriormente los hombres llegarán a considerar
una invención suya ‘ex nihilo’.
En realidad, es lo religioso lo que las ha inventado por ellos.
Las sociedades humanas son producto de
procesos miméticos disciplinados por el rito. Los hombres saben muy bien que,
por sus propios medios, no son capaces de dominar las rivalidades miméticas. De
ahí que atribuyan esa capacidad a sus víctimas, que ellos consideran
divinidades. Desde una óptica estrictamente positiva, se equivocan; en un
sentido más profundo, tienen razón. Creo que la humanidad es hija de lo
religioso.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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