Segunda Parte
LA SOLUCIÓN AL ENIGMA DE LOS MITOS
IV.- EL HORRIBLE MILAGRO DE APOLONIO DE TIANA
EL HORRIBLE MILAGRO DE
APOLONIO DE TIANA.- (A) (25)
Apolonio
de Tiana era un célebre gurú del siglo II. En los medios paganos sus milagros
se consideraban muy superiores a los de Jesús. El más espectacular fue, sin
duda la erradicación de una epidemia de peste en la ciudad de Éfeso. Gracias a
Flavio Filóstrato, escritor griego del siglo siguiente y autor de una ‘Vida de Apolonio de Tiana’, contamos con
un relato de este episodio.
Los
efesios no podían librarse de la epidemia. Tras intentar inútilmente muchos
remedios, se dirigieron a Apolonio, quien, por medios sobrenaturales, se plantó
en un abrir y cerrar de ojos en Éfeso y les anunció la inmediata desaparición
de la epidemia:
«"Hoy
mismo pondré fin a esta epidemia que os abruma". Tras pronunciar estas
palabras, condujo al pueblo al teatro, donde se alzaba una imagen del dios
protector de la ciudad. Vio allí una especie de mendigo que parpadeaba como si
estuviera ciego y llevaba una bolsa con un mendrugo de pan. Iba cubierto de
harapos, y su aspecto tenía algo que repelía.
Tras
colocar a los efesios en círculo entorno al mendigo, Apolonio les dijo:
"Coged tantas piedras como podáis y arrojadlas sobre este enemigo de los
dioses". Los efesios se preguntaron a dónde quería ir a parar Apolonio.
Los escandalizaba la idea de matar a un desconocido manifiestamente miserable
que les pedía suplicante que tuvieran piedad de él. Insistía Apolonio e instaba
a los efesios a lanzarse contra él, a impedirle que escapara.
A
partir del momento en que algunos de ellos, obedeciendo sus indicaciones,
empezaron a arrojarle piedras, el mendigo que por el parpadeo de sus ojos
parecía ciego, les lanzó súbitamente una mirada penetrante que mostró unos ojos
llenos de fuego. Y los efesios, convencidos entonces de que tenían que
habérselas con un demonio, lo lapidaron con tanto ahínco, que las piedras
arrojadas formaron un gran tumulto alrededor de su cuerpo.
Pasado un momento, Apolonio los invitó a retirar las piedras y contemplar el cadáver del animal salvaje al que acababan de matar. Una vez liberada la criatura del tumulto de proyectiles, comprobaron que no era un mendigo. En su lugar vieron una bestia que se asemejaba a un enorme perro de presa, tan grande como el mayor de los leones. Allí estaba, ante ellos, reducido a una masa sanguinolenta por sus pedradas y vomitando espuma como un perro rabioso. En vista de lo cual se alzó una estatua a Heracles, el dios protector de Éfeso, en el lugar en que se había expulsado al espíritu maligno».
Tal
fue el horrible milagro. Si su autor hubiera sido cristiano, se le habría
acusado, sin duda, de calumniar al paganismo. Pero Filóstrato era un pagano
militante, decidido a defender la religión de sus antepasados. El asesinato del
mendigo le parecía apropiado para reforzar la moral de sus correligionarios y
su resistencia al cristianismo. En el plano que hoy llamaríamos
"mediático", no se equivocaba. Si libro tuvo un éxito tal que en el
siglo IV Juliano el Apóstata volvió a ponerlo en circulación, en el marco de su
tentativa, la última, para salvar al paganismo.
(René
Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)
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