MITOLOGÍA.-
(D) (33)
¿Por qué recurren los evangelios, en su
definición más completa del ciclo mimético, a un personaje denominado Satán o
el Diablo en lugar de recurrir a un principio impersonal? Creo que la causa
principal estriba en el hecho de que el verdadero manipulador del proceso, el
sujeto de la estructura en el ciclo mimético, no es el ser humano, que no se da
cuenta del proceso circular en el que está inmerso, sino el propio mimetismo.
Fuera del mimetismo no hay verdadero sujeto y eso es lo que en definitiva
significa la concesión del título de Príncipe de este mundo a esa ausencia de
ser en que consiste Satán.
Satán no tiene nada de divino, pero es
imposible nombrarlo sin aludir a algo esencial brevemente mencionado por mí en
el capítulo dedicado a él y que nos interesa en el más alto grado: ‘la
génesis de las divinidades míticas arcaicas y paganas’.
Incluso si la trascendencia satánica fuera
falsa, carente de toda realidad en el plano religioso, sus efectos en el plano
mundano son tan enormes como innegables. Satán es el sujeto ausente de las
estructuras del desorden y del orden resultantes de las relaciones conflictivas
entre los hombres, que, en definitiva, organizan tanto como desorganizan esas
relaciones. Satán es el mimetismo en su potencia más secreta, el engendramiento
de falsas divinidades en cuyo seno surge el cristianismo.
Hablar del ciclo mimético en términos de
Satán permite a los evangelios decir o sugerir muchas cosas sobre las
religiones consideradas por el cristianismo falsas, mentirosas, ilusorias,
cosas que en el lenguaje de los escándalos no pueden decirse.
Los pueblos no inventan a sus dioses:
‘divinizan a sus víctimas’.
Lo que impide a los investigadores descubrir esta verdad es su negativa a leer
entre líneas y captar la violencia real en los textos que la describen. El
rechazo de lo real es el dogma número uno de nuestro tiempo. Es la prolongación
y perpetuación de la ilusión mítica original.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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