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SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS
SINGULARIDAD
DE LOS EVANGELIOS.- (A) (53)
Resumamos lo anterior: en los mitos el
contagio irresistible convence a las comunidades unánimes de que sus víctimas
son primero culpables y después divinas. Lo divino enraíza en la engañosa
unanimidad de la persecución.
En la Biblia la confusión de lo victimario
y lo divino deja paso a una separación absoluta. La religión judía, repito,
desdiviniza a las víctimas y desvictimiza a lo divino. El monoteísmo es al
mismo tiempo causa y efecto de esa revolución.
Por el contrario, en los evangelios no
sólo volvemos a encontrar los dos primeros momentos del ciclo mimético, sino
también el tercero, ese que la Biblia ha rechazado espectacularmente: la
divinidad de la víctima ejecutada de manera colectiva. Las analogías entre el
cristianismo y los mitos son demasiado perfectas para no despertar la sospecha
de una recaída en lo mítico.
Jesús es una víctima asesinada
colectivamente y los cristianos ven en él a Dios. ¿Cómo pensar, entonces, que
su divinidad tenga otra causa que no sea la de las divinidades míticas?
Resulta verosímil que, desde el comienzo
mismo de la humanidad, todos los dioses se enraizaran en el mecanismo
victimario. El judaísmo ha triunfado sobre esta hidra de mil cabezas. Lo que
aporta originalidad a la Biblia hebraica con relación a los mitos parece
anulado por la divinidad de Jesús.
La voluntad cristiana de fidelidad al Dios
único no sólo no arregla las cosas, sino que incluso las complica. Para
conciliar la divinidad del Yhwh bíblico con la de Jesús, y la de ese Espíritu
divino al que el evangelio de Juan atribuye explícitamente un papel en el
proceso redentor, la teología de los grandes concilios ecuménicos ha elaborado
la concepción ‘trinitaria’ del
Dios único.
Concepción que para el judaísmo resulta
una vuelta enmascarada al politeísmo. Al definirse como "estrictamente
monoteístas", los musulmanes dan asimismo a entender que, en el mejor de
los casos, los cristianos son para ellos monoteístas relajados.
Y lo mismo ocurre con todos aquellos que
observan el cristianismo desde fuera. Para quinees lo observan desde una
perspectiva filosófica, científica e incluso religiosa, la religión que
proclama la divinidad de Cristo da la impresión de ser sólo un mito, quizá
modificado por diversas influencias, pero no esencialmente diferente de los
viejos mitos de muerte y resurrección.
La desconfianza que desde siempre inspira
el dogma cristiano al judaísmo y al islam la comparten hoy muchos cristianos.
La Cruz les parece demasiado extraña y anacrónica para ser tomada en serio.
¿Cómo pensar que un joven judío muerto hace casi dos mil años mediante un
suplicio desde hace tanto tiempo abolido pueda ser la encarnación del
Todopoderoso?
Hace siglos que en el mundo occidental se
ha puesto en marcha un proceso de descristianización, que se acelera
constantemente. No son ya individuos aislados los que abandonan sus Iglesias,
sino Iglesias enteras, con el clero a la cabeza, las que se pasan con armas y
bagajes al campo del "pluralismo", es decir, al campo del relativismo
que, por ser más "amable", más "tolerante" respecto a las
religiones no cristianas, pretende ser "más cristiano" que la
fidelidad al dogma.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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