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martes, 19 de enero de 2021

SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS.- (A) (53)

X.- SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS

SINGULARIDAD DE LOS EVANGELIOS.- (A) (53)  

Resumamos lo anterior: en los mitos el contagio irresistible convence a las comunidades unánimes de que sus víctimas son primero culpables y después divinas. Lo divino enraíza en la engañosa unanimidad de la persecución.

En la Biblia la confusión de lo victimario y lo divino deja paso a una separación absoluta. La religión judía, repito, desdiviniza a las víctimas y desvictimiza a lo divino. El monoteísmo es al mismo tiempo causa y efecto de esa revolución.

Por el contrario, en los evangelios no sólo volvemos a encontrar los dos primeros momentos del ciclo mimético, sino también el tercero, ese que la Biblia ha rechazado espectacularmente: la divinidad de la víctima ejecutada de manera colectiva. Las analogías entre el cristianismo y los mitos son demasiado perfectas para no despertar la sospecha de una recaída en lo mítico.

Jesús es una víctima asesinada colectivamente y los cristianos ven en él a Dios. ¿Cómo pensar, entonces, que su divinidad tenga otra causa que no sea la de las divinidades míticas?

Resulta verosímil que, desde el comienzo mismo de la humanidad, todos los dioses se enraizaran en el mecanismo victimario. El judaísmo ha triunfado sobre esta hidra de mil cabezas. Lo que aporta originalidad a la Biblia hebraica con relación a los mitos parece anulado por la divinidad de Jesús.

La voluntad cristiana de fidelidad al Dios único no sólo no arregla las cosas, sino que incluso las complica. Para conciliar la divinidad del Yhwh bíblico con la de Jesús, y la de ese Espíritu divino al que el evangelio de Juan atribuye explícitamente un papel en el proceso redentor, la teología de los grandes concilios ecuménicos ha elaborado la concepción trinitaria’ del Dios único.

Concepción que para el judaísmo resulta una vuelta enmascarada al politeísmo. Al definirse como "estrictamente monoteístas", los musulmanes dan asimismo a entender que, en el mejor de los casos, los cristianos son para ellos monoteístas relajados.

Y lo mismo ocurre con todos aquellos que observan el cristianismo desde fuera. Para quinees lo observan desde una perspectiva filosófica, científica e incluso religiosa, la religión que proclama la divinidad de Cristo da la impresión de ser sólo un mito, quizá modificado por diversas influencias, pero no esencialmente diferente de los viejos mitos de muerte y resurrección.

La desconfianza que desde siempre inspira el dogma cristiano al judaísmo y al islam la comparten hoy muchos cristianos. La Cruz les parece demasiado extraña y anacrónica para ser tomada en serio. ¿Cómo pensar que un joven judío muerto hace casi dos mil años mediante un suplicio desde hace tanto tiempo abolido pueda ser la encarnación del Todopoderoso?

Hace siglos que en el mundo occidental se ha puesto en marcha un proceso de descristianización, que se acelera constantemente. No son ya individuos aislados los que abandonan sus Iglesias, sino Iglesias enteras, con el clero a la cabeza, las que se pasan con armas y bagajes al campo del "pluralismo", es decir, al campo del relativismo que, por ser más "amable", más "tolerante" respecto a las religiones no cristianas, pretende ser "más cristiano" que la fidelidad al dogma.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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