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jueves, 21 de enero de 2021

ES PRECISO QUE LLEGUE EL ESCÁNDALO.- (I) (13)

ES PRECISO QUE LLEGUE EL ESCÁNDALO.- (I) (13)   

Cabría objetar que, si la rivalidad mimética’ desempeña un papel esencial en los evangelios, ¿cómo es que Jesús no nos previene contra ella? En realidad, si nos previene, pero no lo sabemos. Cuando dice que se opone a nuestras ilusiones, no le entendemos. Las palabras griegas que designan la rivalidad mimética y sus consecuencias son el sustantivo skándalon’ y el verbo skandalízein’. En los evangelios sinópticos Jesús dedica al escándalo una enseñanza tan notable por su longitud como por su intensidad.

Como el término hebreo que traduce la versión griega de los Setenta, "escándalo" no significa uno de esos obstáculos corrientes que pueden evitarse sin apenas esfuerzo tras haber tropezado con ellos por primera vez, sino un obstáculo paradójico que resulta casi imposible de evitar; en efecto, cuanto más rechazo suscita en nosotros, más nos atrae. Cuanto más afectado está el escandalizado por el hecho de que ha suscitado su escándalo, con más ardor vuelve a escandalizarse.

Para comprender este extraño fenómeno, basta con reconocer en lo que acabo de describir el comportamiento de los rivales miméticos, que, al prohibirse mutuamente el objeto que codician, refuerzan cada vez más su doble deseo. Al situarse ambos de manera sistemática frente al otro para escapar así de su inexorable rivalidad, vuelven siempre a chocar con el fascinante obstáculo que para los dos representa su oponente.

Con los escándalos sucede lo mismo que con la falsa infinitud de las rivalidades miméticas. Segregan en cantidades crecientes envidia, celos, resentimiento, odio, todas las toxinas más nocivas, y nocivas no sólo para los antagonistas iniciales, sino para todos aquellos que se dejen fascinar por la intensidad de los deseos emulativos.

En la escalada de los escándalos, cada represalia suscita otra nueva, más violenta que la anterior. Así, si no ocurre nada que la detenga, la espiral desemboca necesariamente en las venganzas encadenadas, fusión perfecta de violencia y mimetismo.

La palabra griega skandalizein’ procede de un verbo que significa "cojear". ¿Qué parece un cojo? Un individuo que sigue como a su sombra a un obstáculo invisible con el que no deja de tropezar.

"¡Desgraciado quien trae el escándalo!" Jesús reserva su advertencia más solemne a los adultos que arrastran a los niños a la cárcel infernal del escándalo. Cuanto más inocente y confiada es la imitación, más fácil resulta escandalizar, y más culpables es quien lo hace.    

Los escándalos son tan temibles que, para ponernos en guardia contra ellos, Jesús recurre a un estilo hiperbólico poco habitual en él: "Si tu mano o tu pie, te hace caer, córtalo [...] Y si tu ojo te hace caer, arráncalo [...]" (Mt 18,8-9).

Los freudianos dan una explicación puramente sintomática de la palabra escándalo. Su prejuicio hostil les impide reconocer en esa idea la definición auténtica de lo que llaman "repetición compulsiva".

Para hacer a la Biblia psicoanalíticamente correcta, los traductores modernos, al parecer más intimidados por Freud que por el Espíritu Santo, se esfuerzan por eliminar todos los términos censurados por el dogmatismo contemporáneo, y sustituyen en sosos eufemismos esa admirable "piedra de escándalo", por ejemplo, de nuestras antiguas Biblias, la única dimensión que captura la dimensión repetitiva y "adictiva" de los escándalos.

Jesús no se extrañaría al ver que se desconoce su enseñanza. No se hace ninguna ilusión sobre la forma en que su mensaje será recibido. A la gloria procedente de Dios, invisible en este bajo mundo, la mayoría prefiere la gloria que procede de los hombres, la que multiplica a su paso los escándalos y que consiste triunfar en las luchas de rivalidades miméticas tan a menudo organizadas por los poderes de este mundo, militares, políticos, económicos, deportivos, sexuales, artísticos, intelectuales... e incluso religiosos.

La Frase "es preciso que llegue el escándalo" no tiene nada que ver ni con la fatalidad antigua ni con el "determinismo científico" moderno. Aunque de manera individual los hombres no estén fatalmente condenados a las rivalidades miméticas, las comunidades, por el gran número de individuos que contienen, no pueden escapar de ellas. Desde el momento que se produce el primer escándalo, éste crea otros, con el resultado de crisis miméticas’ que constantemente se extienden y se agravan.

(René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)


 

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