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miércoles, 20 de enero de 2021

EL CICLO DE LA VIOLENCIA MIMÉTICA.- (B) (15)

EL CICLO DE LA VIOLENCIA MIMÉTICA.- (B) (15)

Pilato se ve también dominado por el mimetismo. Le gustaría salvar a Jesús. Si los evangelios insisten en esa preferencia, no es para sugerir que los romanos sean superiores a los judíos, ni para hacer un distingo de buenos y malos entre los perseguidores de Jesús. Es para subrayar la paradoja de un poder soberano que, por temor a enfrentarse con la masa, se pierde, en cierta medida, en ella, y pone así de manifiesto, una vez más la omnipotencia del mimetismo.

Lo que motiva a Pilato para entregar a Jesús es el miedo a una revuelta. Da prueba, se dice, de "habilidad política". Seguramente. Pero ¿por qué la habilidad política ha de consistir casi siempre en abandonarse al mimetismo colectivo?

Ni siquiera los dos ladrones crucificados junto a Jesús constituyen una excepción al mimetismo universal. También ellos imitan a la masa: vociferan siguiendo su ejemplo. Los seres más humillados y más despreciados se comportan de la misma manera que los príncipes de este mundo. Hacen leña del árbol caído. Cuanto más abatido y degradado está alguien, más ardientemente desea contribuir al abatimiento y la degradación de los demás.

En suma, desde una visión antropológica, la Cruz representa el momento en que los mil conflictos miméticos, los mil escándalos que entrechocaban violentamente durante la crisis, se ponen de acuerdo contra un solo individuo: Jesús. Al mimetismo que divide, descompone y fragmenta las comunidades sucede entonces un mimetismo que agrupa a todos los escandalizados contra una víctima única promovida al papel de escándalo universal.

Los evangelios se esfuerzan por atraer nuestra atención sobre la prodigiosa fuerza de ese mimetismo, pero inútilmente, tanto en el caso de los cristianos como en el de sus adversarios. En efecto, me doy cuenta de que es en este punto donde la resistencia de los análisis propuestos por Raymund Schwager, en The Joy of Being Wrong’, califica de "trascendental" la antropología mimética, lo que esa calificación sugiere es la dificultad en que todos nos encontramos de percibir algo que sin embargo ya está revelado en los evangelios.

¿Tendríamos que rechazar esa antropología mimética en nombre de cierta teología? ¿Habría acaso que entender la unión de todos contra Jesús como obra de Dios Padre, quien, a semejanza de las divinidades de la Ilíada’, moviliza a los hombres contra su propio Hijo para cobrar de éste el rescate que aquellos no pueden pagar? Esta interpretación es contraria al espíritu y a la letra de los evangelios.

Nada hay en los evangelios capaz de sugerir que Dios sea la causa de ese agrupamiento contra Jesús. Basta el mimetismo. Los responsables de la Pasión son los propios hombres, incapaces de resistir el violento contagio que a todos afecta cuando el apasionamiento mimético está a su alcance, o más bien cuando ellos están al alcance de ese apasionamiento mimético. Y para explicarlo no es necesario echar mano de lo sobrenatural. La transformación de ese todos contra todos’ que desintegra a las comunidades en un todos contra uno’ que las reagrupa y reunifica no se limita sólo al caso de Jesús. No tardaremos en ver otros ejemplos.

(René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)

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