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jueves, 21 de enero de 2021

ES PRECISO QUE LLEGUE EL ESCÁNDALO.- (D) (8)

ES PRECISO QUE LLEGUE EL ESCÁNDALO.- (D) (8)

Las rivalidades miméticas pueden acabar resultando tan intensas que los rivales se desacrediten recíprocamente, se arrebaten sus posesiones, seduzcan a sus respectivas esposas y, llegado el caso, no retrocedan ni ante el asesinato.

Acabo otra de vez de mencionar, como el lector habrá observado, aunque esta vez en el orden inverso al del decálogo, las cuatro grandes violencias prohibidas por los cuatro mandamientos que preceden al décimo, y que ya he citado al principio de este capítulo.

Si el decálogo dedica su último mandamiento a prohibir el deseo de los bienes del prójimo, es porque reconoce en él, lúcidamente, al responsable de las violencias prohibidas en los cuatro mandamientos anteriores.

Si no se desearan los bienes del prójimo, nadie sería nunca culpable de homicidio, ni de adulterio, ni de robo, ni de falso testimonio. Si se respetara el décimo mandamiento, los cuatro anteriores serían superfluos.

En lugar de comenzar por la causa y continuar por las consecuencias, como se haría en una exposición filosófica, el decálogo sigue el orden inverso. Se previene primero frente a lo que más prisa corre: para alejar la violencia, prohíbe las acciones violentas. Y se vuelve a continuación hacia la causa, y descubre que es el deseo inspirado por el prójimo. Y lo prohíbe a su vez, aunque sólo puede hacerlo en la medida en que los objetos deseados son legalmente poseídos por uno de los dos rivales. Pues no puede desalentar todas’ las rivalidades del deseo.

(René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)

 

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