CONCLUSIÓN.-
(F) (84)
Mi investigación es sólo indirectamente
teológica, a través de una antropología evangélica demasiado olvidada, creo,
por los teólogos. Para que fuera eficaz, he insistido en ella durante todo el
tiempo que ha sido posible sin presuponer la realidad del Dios cristiano.
Ninguna apelación a lo sobrenatural ha de romper el hilo de los análisis
antropológicos.
Al dar una interpretación natural,
racional, de datos antes percibidos como algo procedente de lo sobrenatural,
Satán, por ejemplo, o la dimensión apocalíptica del Nuevo Testamento, la
lectura mimética amplía, en verdad, el ámbito de la antropología, pero, a
diferencia de las antropologías no cristianas, no minimiza el dominio del mal
sobre los hombres y su necesidad de redención.
Algunos lectores cristianos temen que esa
ampliación pueda desbordar el ámbito legítimo de la teología. Creo, por el
contrario, que al desacralizar algunas cuestiones, al mostrar que Satán existe
en primer lugar como sujeto de las estructuras de violencia mimética, se piensa
con los Evangelios y no contra ellos.
El desarrollo antropológico se produce,
hay que señalarlo, a expensas de ámbitos que los teólogos actuales, incluso los
más ortodoxos, tienden a desdeñar, al no poder integrarlos en sus análisis. No
quieren reproducir pura y simplemente esas lecturas antiguas que no
desacralizan lo bastante la violencia. Ni quieren tampoco eliminar textos
esenciales en nombre de un imperativo de "desmitificación"
positivista e ingenua, a la manera de Bultman. Y permanecen, por tanto,
silenciosos. La interpretación mimética permite salir de este callejón sin
salida.
Lejos de minimizar la trascendencia cristiana, esta atribución de significados puramente terrenales, racionales, a cuestiones tales como Satán o la amenaza apocalíptica hace más actuales que nunca las "paradojas" de Pablo sobre la locura y la sabiduría de la Cruz. Creo que le verdadera desmitificación de nuestro mundo cultural aparece ya iluminada, y mañana se iluminará aún más, relacionándola con los textos más sorprendentes de Pablo. Una desmitificación que sólo de la Cruz puede proceder:
«Pues el lenguaje de la Cruz, para los que
van camino de la perdición, es una locura; en cambio, para los que están en el
camino de la salvación, para nosotros, es fuerza de Dios, pues está escrito: ‘echaré a perder la sabiduría de los sabios y
anularé la inteligencia de los inteligentes’. ¿Dónde está el sabio? ¿Dónde
el escriba? ¿Dónde el sofista de este mundo? ¿No convirtió Dios en locura la
sabiduría de este mundo? Pues, como en la sabiduría visible de Dios el mundo no
conoció a Dios mediante la sabiduría humana, Dios determinó salvar por la
locura de la predicación a los que creen. Porque, mientras los judíos piden
"señales" y los griegos buscan “sabiduría”, nosotros predicamos un
Mesías crucificado: escándalo para los judíos, locura para los gentiles, más
para los que han sido llamados, judíos y griegos, un Mesías que es fuerza de
Dios y sabiduría de Dios; pues la locura de Dios es más sabia que los hombres,
y la debilidad de Dios es más fuerte que los hombres»
(1 Corintios 1,18-25)
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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