LA
MODERNA PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS.- (C) (71)
Puesto que pesar víctimas está de moda,
juguemos a ese juego sin hacer trampas. Analicemos primero el platillo de la
balanza donde están nuestros logros: desde la Edad Media, el derecho público y
privado, la legislación penal, la práctica judicial, la condición civil de las
personas, todas las grandes instituciones evolucionan en el mismo sentido. Y
aunque al principio todo se modifique muy lentamente, el ritmo de cambio se va
acelerando y, vista desde arriba, la evolución, en efecto, va siempre en la
misma dirección: la de la suavización de las penas, la de una cada vez mayor
protección de las víctimas potenciales.
Nuestra sociedad ha abolido primero la
esclavitud y después la servidumbre. A continuación ha llegado la protección de
la infancia, las mujeres, los ancianos, los extranjeros de fuera y los
extranjeros de dentro, la lucha contra la miseria y el subdesarrollo. Y, más
recientemente, incluso la universalización de los cuidados médicos, la
protección de los incapacitados, etcétera.
Cada día se franquea un nuevo umbral. Y
cuando en un punto cualquiera del globo ocurre una catástrofe, las naciones no
afectadas se sienten obligadas a enviar socorros, a participar en las
operaciones de salvamento. Gestos más simbólicos que reales, me dirán. Y que
responden a un afán de prestigio. Probablemente. Pero ¿en qué época, que no sea
la nuestra, y en qué lugares, la ayuda internacional ha constituido para las
naciones una fuente de prestigio?
La única rúbrica bajo la que puede
agruparse todo lo que, mezclado en revoltijo y sin pretender ser exhaustivo, he
resumido aquí, es la preocupación por las víctimas. Lo cual en nuestros días a
veces se exagera de forma tan caricaturesca que incluso suscita risa. Pero
cuidado con ver en ella una simple moda, un parloteo siempre ineficaz. En
primer lugar, no se trata de una hipócrita comedia. En el curso de los siglos
esa preocupación ha ido creando una sociedad sin comparación con ninguna otra.
Ha unificado al mundo.
¿Cómo han ocurrido concretamente las
cosas? En cada generación los legisladores han ido ahondando más y más en una
herencia ancestral que constituía para ellos un deber transformar. Allí donde
sus antepasados no veían nada que reformar, ellos descubrían opresión e
injusticia. Determinado por la naturaleza o querido por los dioses, a menudo
incluso por el propio Dios cristiano, el ‘statu quo’ resultó durante mucho tiempo intocable.
Desde hace siglos, sucesivas oleadas de
preocupación por las víctimas ha revelado y rehabilitado en el subsuelo de la
sociedad nuevas categorías de chivos expiatorios, de seres objeto de
injusticias cuya posible eliminación sólo algunos genios espirituales
insinuaron en el pasado.
Creo que la moderna preocupación por las
víctimas se afirma por primera vez en esas instituciones religiosas llamadas
caritativas. Todo comienza, al parecer, con el hospicio, esa dependencia de la
Iglesia que enseguida se convierte en hospital. El hospital acoge a todos los
lisiados, a todos los enfermos, sin distinción de su origen social, territorial
o incluso religioso. Inventar el hospital significa disociar por primera vez la
noción de víctima de cualquier pertenencia concreta, inventar la noción moderna
de víctima.
Las culturas todavía autónomas cultivaban
todo tipo de solidaridades familiares, tribales, nacionales, pero ignoraban aún
esa idea de pura víctima, víctima anónima y desconocida, en el sentido en que
se dice el "soldado desconocido". Con anterioridad a este
descubrimiento sólo había humanidad, en sentido pleno, dentro de un determinado
territorio. Hoy desaparecen todas las adscripciones locales, regionales,
nacionales: ‘Ecce homo’.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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