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lunes, 18 de enero de 2021

LA MODERNA PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS.- (C) (71)

LA MODERNA PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS.- (C) (71)

Puesto que pesar víctimas está de moda, juguemos a ese juego sin hacer trampas. Analicemos primero el platillo de la balanza donde están nuestros logros: desde la Edad Media, el derecho público y privado, la legislación penal, la práctica judicial, la condición civil de las personas, todas las grandes instituciones evolucionan en el mismo sentido. Y aunque al principio todo se modifique muy lentamente, el ritmo de cambio se va acelerando y, vista desde arriba, la evolución, en efecto, va siempre en la misma dirección: la de la suavización de las penas, la de una cada vez mayor protección de las víctimas potenciales.

Nuestra sociedad ha abolido primero la esclavitud y después la servidumbre. A continuación ha llegado la protección de la infancia, las mujeres, los ancianos, los extranjeros de fuera y los extranjeros de dentro, la lucha contra la miseria y el subdesarrollo. Y, más recientemente, incluso la universalización de los cuidados médicos, la protección de los incapacitados, etcétera.

Cada día se franquea un nuevo umbral. Y cuando en un punto cualquiera del globo ocurre una catástrofe, las naciones no afectadas se sienten obligadas a enviar socorros, a participar en las operaciones de salvamento. Gestos más simbólicos que reales, me dirán. Y que responden a un afán de prestigio. Probablemente. Pero ¿en qué época, que no sea la nuestra, y en qué lugares, la ayuda internacional ha constituido para las naciones una fuente de prestigio?

La única rúbrica bajo la que puede agruparse todo lo que, mezclado en revoltijo y sin pretender ser exhaustivo, he resumido aquí, es la preocupación por las víctimas. Lo cual en nuestros días a veces se exagera de forma tan caricaturesca que incluso suscita risa. Pero cuidado con ver en ella una simple moda, un parloteo siempre ineficaz. En primer lugar, no se trata de una hipócrita comedia. En el curso de los siglos esa preocupación ha ido creando una sociedad sin comparación con ninguna otra. Ha unificado al mundo.

¿Cómo han ocurrido concretamente las cosas? En cada generación los legisladores han ido ahondando más y más en una herencia ancestral que constituía para ellos un deber transformar. Allí donde sus antepasados no veían nada que reformar, ellos descubrían opresión e injusticia. Determinado por la naturaleza o querido por los dioses, a menudo incluso por el propio Dios cristiano, el statu quo’ resultó durante mucho tiempo intocable.

Desde hace siglos, sucesivas oleadas de preocupación por las víctimas ha revelado y rehabilitado en el subsuelo de la sociedad nuevas categorías de chivos expiatorios, de seres objeto de injusticias cuya posible eliminación sólo algunos genios espirituales insinuaron en el pasado.

Creo que la moderna preocupación por las víctimas se afirma por primera vez en esas instituciones religiosas llamadas caritativas. Todo comienza, al parecer, con el hospicio, esa dependencia de la Iglesia que enseguida se convierte en hospital. El hospital acoge a todos los lisiados, a todos los enfermos, sin distinción de su origen social, territorial o incluso religioso. Inventar el hospital significa disociar por primera vez la noción de víctima de cualquier pertenencia concreta, inventar la noción moderna de víctima.

Las culturas todavía autónomas cultivaban todo tipo de solidaridades familiares, tribales, nacionales, pero ignoraban aún esa idea de pura víctima, víctima anónima y desconocida, en el sentido en que se dice el "soldado desconocido". Con anterioridad a este descubrimiento sólo había humanidad, en sentido pleno, dentro de un determinado territorio. Hoy desaparecen todas las adscripciones locales, regionales, nacionales: ‘Ecce homo’.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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