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lunes, 18 de enero de 2021

LA MODERNA PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS.- (B) (70)

LA MODERNA PREOCUPACIÓN POR LAS VÍCTIMAS.- (B) (70)

Si hay una ética del cristianismo, es inseparable del amor al prójimo y de la caridad. Y no es difícil encontrar su origen:

«Entonces dirá el rey a los de su derecha: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo pues tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, era extranjero y me acogisteis, estaba desnudo y me vestisteis, enfermé y me visitasteis, estaba en la cárcel y fuisteis a verme". Entonces los justos le respondieron: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te alimentamos, o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuando te vimos extranjero y te acogimos, o desnudo y te vestimos? ¿Y cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?". Y el Rey les responderá: "Os digo de verdad: Todo lo que hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, me lo hicisteis a mí"». (Mt 25,34-40)

El ideal de una sociedad ajena a la violencia se remonta, evidentemente, a la predicación de Jesús, al anuncio del reino de Dios, Y, a medida que el cristianismo va difundiéndose, lejos de debilitarse, se intensifica. Un contrasentido fácil de explicar. La preocupación por las víctimas se ha convertido en un paradójico objetivo de las rivalidades miméticas, de las pujas competidoras

Aunque haya víctimas en general, las más interesantes son siempre las que nos permiten condenar a nuestros vecinos. Quienes, a su vez actúan del mismo modo con nosotros y se acuerdan, sobre todo, de aquellas víctimas de las que nos hacen responsables [la "leyenda negra" de los españoles en América, promovida por ingleses y franceses -que exterminaron pueblos enteros-, mientras los españoles se mezclaban con los indígenas].

No todos pasamos por la experiencia de Pedro y Pablo, que descubrieron que eran culpables de perseguir a otros seres humanos y aceptaron su culpa en lugar de responsabilizar a sus vecinos. Es el prójimo el que nos recuerda nuestro deber, favor que nosotros le devolvemos. Y es que en nuestra sociedad, en suma, todo el mundo se echa víctimas en cara. Lo que tiene como resultado final lo anunciado por Cristo con palabras que nuestra moderna preocupación por las víctimas ilumina por primera vez: 

«… para que a esta generación se le pidan cuentas de la sangre de los profetas derramada desde la creación del mundo, desde la sangre de Abel». (Lc 11,50-51)

Palabras cumplidas, con un importante retraso sobre el horario previsto por los primeros cristianos, pero cumplidas al fin. Y eso es lo importante, no la fecha de su cumplimiento.

Así pues, contamos ahora con ritos victimarios, ritos antisacrificiales y se desarrollan en un orden tan inmutable como el de los ritos propiamente religiosos. Nos lamentamos primero por aquellas víctimas de las que nos acusamos los unos a los otros. Después por la hipocresía que toda lamentación supone. Y, en fin, concluimos lamentándonos por el cristianismo, indispensable chivo expiatorio, puesto que no hay rito sin víctima y, en nuestro tiempo, la víctima es siempre él: él es "el chivo expiatorio al que recurrir en último extremo", del que a continuación, con tonos de noble aflicción, afirmamos que no ha hecho nada para "resolver el problema de la violencia".

En las perpetuas comparaciones entre nuestra sociedad y las demás, utilizamos siempre dos pesos y dos medidas. Y hacemos todo lo que podemos para ocultar la aplastante superioridad de la nuestra, que, en cualquier caso, sólo compite consigo misma ya que hoy engloba al planeta entero.

Cualquier análisis por poco cuidadoso que sea, pone de manifiesto que todo lo que puede decirse contra nuestra sociedad es cierto: es, con mucho, la peor de todas. Ninguna otra, se dice una y otra vez, y no es falso, ha causado más víctimas que ésta. Pero también los postulados contrarios son ciertos: la nuestra es, sin duda, la mejor, la que más víctimas ha salvado. Nuestra sociedad pues, nos obliga a multiplicar toda clase de propuestas incompatibles entre sí.

La preocupación por las víctimas nos lleva a considerar, y con razón, que nuestros progresos en el "humanitarismo" son muy lentos y que, sobre todo, no hay que glorificarlos, para evitar que sean aún más lentos. El moderno desvelo por aquellas nos obliga a una constante autocensura.

Lo correcto, en la preocupación por las víctimas, es la insatisfacción por los logros pasados. Si los magnificamos, esa preocupación se difumina modestamente. De ahí que intente alejar de sí misma una atención que sólo debería enfocarse en las víctimas. Se autofustiga constantemente, denuncia su propia molicie, su fariseísmo. Es la máscara laica de la caridad.

En suma, lo que nos impide analizar demasiado de cerca la preocupación por las víctimas es la propia preocupación. Que esta humildad sea fingida o sincera resulta indiferente: impera en nuestro mundo y se remonta, indudablemente, al cristianismo. La preocupación por las víctimas no piensa en términos estadísticos. Actúa de acuerdo con el principio evangélico de la oveja descarriada, en pos de la cual, llegado el caso, el pastor abandonará su rebaño.

Para demostrarnos que no somos etnocéntricos ni triunfalistas, tronamos contra la autosatisfacción burguesa del siglo XIX, ridiculizamos esa bobada del "progreso" para caer en una bobada inversa: la de autoacusarnos de ser la más inhumana de todas las sociedades.

Las democracias modernas pueden presentar en su defensa un conjunto tal de realizaciones únicas en la historia humana como para suscitar la envidia del planeta.

La apertura gradual de las culturas encerradas en sí mismas se inicia en plena Edad Media y acaba en nuestros días con la llamada globalización, que, en mi opinión, sólo secundariamente constituye un fenómeno económico. Su verdadera fuerza motriz es el fin de las interdicciones (interdecir.- vedar, prohibir) victimarias, la fuerza que, tras haber destruido las sociedades arcaicas, desmantela hoy a sus sucesoras, las naciones llamadas modernas.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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