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lunes, 18 de enero de 2021

LA DOBLE HERENCIA DE NIETZSCHE.- (A) (73)

XIV.- LA DOBLE HERENCIA DE NIETZSCHE

LA DOBLE HERENCIA DE NIETZSCHE.- (A) (73)   

Siguiendo con nuestra pesada de almas, analicemos ahora el platillo de la balanza donde están nuestros fracasos, nuestras culpas, nuestros fallos. Si el hecho de sentirnos liberados mediante los chivos expiatorios y los ritos sacrificiales nos procura grandes ventajas, es también motivo de opresiones e innumerables persecuciones, así como fuente de peligros, amenaza de destrucción.

Desde hace siglos, si ese plus de justicia que debemos a la preocupación por las víctimas libera nuestras energías y aumenta nuestra fuerza, también nos somete a tentaciones en las que solemos caer: las conquistas coloniales (de los imperios depredadores, tan lejanas de los imperios generadores), los abusos de poder, las monstruosas guerras del siglo XX, el pillaje del planeta, etcétera.

De todos los desastres de los dos últimos siglos, el más significativo, desde nuestra perspectiva, es la destrucción sistemática del pueblo judío por el nacionalsocialismo alemán. Nada más corriente, sin duda, en la historia humana, que las matanzas. Casi siempre concebidas en el fuego de la acción, expresan una venganza inmediata, una ferocidad espontánea, y cuando son premeditadas responden a objetivos fácilmente identificables.

Pero el genocidio hitleriano es algo distinto. Y aunque remita sin duda a la larga historia de las persecuciones antisemitas en el Occidente cristiano, esa nefasta tradición no lo explica todo. En el proyecto de aniquilación tan minuciosamente concebido y realizado por los nazis hay algo que escapa a los criterios habituales. La inmensa matanza no favorecía, sino todo lo contrario, los fines de guerra alemanes.

El genocidio hitleriano contradice de forma tan flagrante la tesis expuesta en el capítulo anterior, la de un mundo occidental y moderno en el que impera la preocupación por las víctimas, que, o bien tengo que renunciar a ella, o bien tengo que hacer de esa contradicción el centro mismo de mi interpretación. Creo que la segunda solución es la buena. El objetivo espiritual del hitlerismo era -en mi opinión- erradicar primero de Alemania, y a continuación de Europa, esa vocación asignada por su tradición religiosa: la preocupación por las víctimas.

Por razones tácticas evidentes, durante la guerra el nazismo intentó ocultar el genocidio. Pero si hubiera triunfado, creo que lo habría hecho público, para demostrar que, gracias a él, la preocupación por las víctimas no constituía ya el sentido irrevocable que había representado en nuestra historia.

Suponer, como supongo, que los nazis habían descubierto con toda claridad que la inquietud por las víctimas constituye el valor dominante de nuestro mundo, ¿no será acaso sobreestimar su perspicacia en el orden espiritual? No lo creo. Se apoyaban para ello en el pensador que descubre la vocación victimaria del cristianismo en el plano antropológico: Friedrich Nietzsche.

Nietzsche fue el primer filósofo que comprendió que la violencia colectiva de los mitos y los ritos (todo lo que él llamaba "Dionisio") es del mismo tipo que la violencia de la Pasión. La diferencia, según él, no estriba en los hechos’, que son los mismos en ambos casos, sino en su interpretación.

Los etnólogos eran demasiado positivistas para comprender la distinción entre los hechos y su interpretación, su representación’. En nuestros días los "deconstructores" invierten el error positivista. Para ellos sólo existe la interpretación. Quieren ser más nietzscheanos que Nietzsche. Y en lugar de eliminar los problemas de interpretación, como hacían los positivistas, eliminan los hechos.

En algunos inéditos de su último período, Nietzsche salva el doble error, positivista y postmoderno al descubrir esa verdad que, tras él, vengo repitiendo y que domina el presente libro: en la pasión’ dionisíaca y en la pasión’ de Jesús late la misma violencia colectiva, pero difiere su interpretación:

«Dionisio contra el "crucificado": ésta es realmente la oposición. No se trata de una diferencia respecto al martirio, pero éste tiene su sentido diferente. La propia vida, su eterna fecundidad, su eterno retorno, determina el tormento, la destrucción, la voluntad de aniquilar. En el otro caso, el sufrimiento, el "crucificado", en tanto que inocente, sirve de argumento contra esa vida, de fórmula para su condena». (Obras Completas, vol. XIV, pág.63)

Entre Dionisio y Jesús "no se trata de una diferencia respecto al martirio". Dicho de otra forma, los relatos de la Pasión cuentan el mismo tipo de drama que los mitos. Lo diferente es el sentido. Mientras Dionisio aprueba y organiza el linchamiento de la víctima única, Jesús y los evangelios lo desaprueban.

René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.

 

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