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miércoles, 20 de enero de 2021

EL CICLO DE LA VIOLENCIA MIMÉTICA.- (C) (16)

EL CICLO DE LA VIOLENCIA MIMÉTICA.- (C) (16)

Para comprender por qué y cómo el mimetismo que divide y fragmenta las comunidades muda súbitamente en un mimetismo que las reagrupa y las reunifica contra una víctima única, hay que analizar de qué manera evolucionan los conflictos miméticos. Más allá de cierto umbral de frustración, los antagonistas no se contentan ya con los objetos que se disputan. Mutuamente exasperados por el obstáculo vivo, el escándalo, que cada uno representa entonces para los demás, los dobles’ miméticos olvidan el objeto de su discordia y se vuelven, rabiosos, unos contra otros. Cada uno de ellos se encarniza con su rival mimético.

Pero esta clase de rivalidad no destruye la reciprocidad de las relaciones humanas, sino, al contrario, la hace más perfecta que nunca; por supuesto, en la esfera de las represalias, no en lo referente a los tratos pacíficos. Cuanto más desean diferenciarse los antagonistas, más idénticos resultan. La identidad se realiza en el odio de lo idéntico. Es éste el momento paroxístico que encarnan los mellizos o los hermanos enemigos de la mitología, como Rómulo y Remo. Yo lo llamo el enfrentamiento de los dobles’.

Y si al principio los antagonistas ocupan posiciones fijas en el interior de conflictos cuyo encarnizamiento asegura su estabilidad, cuanto más se obstinan, más los va transformando el proceso de los escándalos en una masa’ de seres intercambiables. Los impulsos miméticos, al no encontrar ya en esa masa homogénea obstáculo alguno, se propagan a toda velocidad. Evolución que, a su vez, favorece los cambios súbitos de opinión y, por ende, los cambios de rivalidad más extraños, así como las alianzas más inesperadas.

Al principio, los escándalos parecen rígidos, inmutablemente centrados en el mismo antagonista, separados a perpetuidad entre sí por el odio recíproco. Sin embargo, en los estadios avanzados del proceso, hay sustituciones y cambios de antagonistas. Los escándalos se vuelven "oportunistas". Se dejan fascinar fácilmente por otro escándalo cuya fuerza de atracción mimética es superior a la suya. En suma, los escandalizados se alejan de su adversario inicial, del que parecían inseparables, para adoptar el escándalo de sus vecinos.

El número y prestigio de los escandalizados determina la fuerza de atracción de los escándalos. Los pequeños escándalos tienden a fundirse con los grandes, y éstos, a su vez, se contaminan mutuamente hasta que los más fuertes absorben a los más débiles. Se establece así una competencia mimética de escándalos, que prosigue hasta que el más polarizador se queda solo en la escena. Es el momento en que toda la sociedad se moviliza contra un solo individuo.

En la Pasión ese individuo es Jesús. Lo cual explica por qué recurre al vocabulario del escándalo para nombrarse a sí mismo como víctima de todos y para nombrar a cuantos se polarizan contra él. Clama: "Felices aquellos para quienes no soy causa de escándalo". A todo lo largo de la historia cristiana hay una tendencia de los propios cristianos a tomar a Jesús como escándalo de recambio, una tendencia a perderse y fundirse en la masa de los perseguidores. De ahí que, para Pablo, la Cruz sea el escándalo por excelencia. Obsérvese, en este sentido, el simbolismo de la cruz tradicional, que con sus dos maderos atravesados hace visible la contradicción interna del escándalo.

Los propios discípulos no constituyen una excepción a esta ley común. Cuando Jesús se convierte en el escándalo universal, todos ellos se ven influidos, en grados diversos, por la hostilidad universal. Y de ahí que, poco antes de la Pasión, Jesús, con el vocabulario del escándalo, les haga una advertencia especial para alertarlos contra los momentos de flaqueza que les esperan, quizá para suavizar sus remordimientos llegado el instante en que comprendan la cobardía de su mimetismo individual y colectivo: "Para todos vosotros seré motivo de escándalo".

Frase que no significa, simplemente, que los discípulos vayan a asentirse confundidos y afligidos por la Pasión. Cuando Jesús dice algo que parece trivial, hay que desconfiar. Aquí, como en otros lugares, debemos dar a la palabra "escándalo" su significado más profundo, que remite a lo mimético. Jesús avisa a sus discípulos de que, en mayor o menor medida, todos sucumbirán al contagio que se ha apoderado de la masa, que todos participarán en cierta medida en la Pasión del lado de los perseguidores’.

Los escándalos entre individuos son como pequeños riachuelos que desembocan en los grandes ríos de la violencia colectiva. Cabe entonces hablar de un apasionamiento mimético’ que agrupa en un único haz, contra la misma víctima, todos los escándalos antes independientes entre sí. Como un enjambre de abejas alrededor de su reina, los escándalos confluyen contra la víctima única y la acorralan.

La fuerza que suelda entre sí los escándalos es un mimetismo redoblado. Aunque pueda parecer que la palabra escándalo’ se aplica a cosas muy diferentes, en realidad se trata siempre de diferentes momentos de un único proceso mimético, o de ese proceso en su totalidad.

Cuanto más asfixiantes resultan los escándalos personales, más ganas tienen los escandalizados de ahogarlos en un nuevo y gran escándalo. Algo que puede observarse muy bien en las pasiones llamadas políticas, o en ese frenesí del escándalo que se ha apoderado del mundo hoy globalizado. Cuando un escándalo muy atractivo está a su alcance, los escandalizados se ven irresistiblemente tentados de "aprovecharse" de él y gravitar a su alrededor.

La condensación de todos los escándalos separados en un escándalo único constituye el paroxismo de un proceso que comienza con el deseo mimético y sus rivalidades. Al multiplicarse, éstas suscitan una crisis mimética, la violencia de todos contra todos’, que acabará por aniquilar a la comunidad si, al final,  no se transforma de manera espontánea, automáticamente, en un todos contra uno gracias al cual se rehace la unidad.

(René Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)

 

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