SINGULARIDAD
DE LA BIBLIA.- (D) (49)
En el episodio siguiente tiene lugar un
pacífico ajuste de cuentas entre José y sus hermanos. Y aunque la historia de
aquél no concluye en este punto, sí es aquí donde finaliza el relato que ahora
nos interesa, el de José vendido por sus hermanos, expulsado por su propia
familia. Un episodio que confirma de forma clamorosa, como veremos, la
oposición bíblica a la violencia colectiva de los mitos.
Los siete años de vacas flacas han
comenzado, y los diez hermanos de José sufren en Palestina la plaga del hambre.
Viajan, pues, a Egipto y mendigan allí para poder vivir. No reconocen a José
vestido con los ropajes de primer ministro, pero él, en cambio, si los
reconoce. Y les pregunta discretamente, sin revelarles quién es, sobre
Benjamín, su hermano menor, a quien han dejado en casa por miedo a que le
ocurra alguna desgracia y su padre, Jacob, se muera de pena.
José provee de trigo a sus hermanastros y
les hace saber que si, aguijoneados por el hambre, vuelven de nuevo, no les
dará nada si no traen con ellos a Benjamín.
Como la hambruna se prolonga, los diez
hermanos vuelven de nuevo a Egipto, pero esta vez en compañía de Benjamín. José
manda que se les vuelva a dar trigo, pero se las arregla también para que un
criado introduzca disimuladamente una copa de gran valor en el saco de
Benjamín. Después, tras denunciar el robo de ese objeto, ordena que registren a
los once hermanos. Y, cuando aparece la copa, les anuncia que sólo retendrá al
culpable del robo, Benjamín, y autorizará a los diez mayores a que vuelvan
tranquilamente a su casa.
En suma, José somete a sus hermanos
culpables a una tentación que conoce muy bien, puesto que ya cayeron en ella: ‘la
de abandonar impunemente al más pequeño y débil de ellos’. Nueve caen por
segunda vez en esa tentación. Sólo Judá resiste y se ofrece para ocupar el
lugar de Benjamín. En recompensa, José perdona, hecho un mar de lágrimas, a su
familia y la acoge, incluido Jacob, su viejo padre, en su país adoptivo.
Este último episodio constituye una nueva
y meditada consideración de esa violencia colectiva que aparece de manera
obsesiva tanto en el relato bíblico como en los mitos, aunque con resultados
contrarios. El triunfo final de José no es un mediocre "final feliz",
sino un medio de plantear explícitamente el problema de las expulsiones
violentas. Sin salirse nunca de su marco narrativo, el relato bíblico desea
suscitar con respecto a la violencia una reflexión cuyo radicalismo se muestra
en ‘la sustitución de la obligatoria venganza por el perdón, único medio de
detener de una vez por todas la espiral de represalias’. Una espiral,
ciertamente, a veces interrumpida por expulsiones unánimes, pero siempre de
manera sólo temporal. Para perdonar a la masa que son sus hermanos enemigos,
José no exige nada más que una señal de arrepentimiento: la que muestra Judá.
El relato bíblico acusa a los diez
hermanos de odiar a José sin motivo alguno, de envidiarlo por su intrínseca
superioridad y los favores que ésta le ha valido por parte de Jacob, padre de
todos ellos. La verdadera causa de su expulsión es la rivalidad mimética.
René Girard, Veo a Satán caer como el
relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.
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