ES
PRECISO QUE LLEGUE EL ESCÁNDALO.- (E) (9)
Si
se analizan las prohibiciones de las sociedades arcaicas a la luz del décimo
mandamiento, se comprueba que, sin llegar a ser tan lúcidas como éste, se
refuerzan asimismo por prohibir el deseo mimético y sus rivalidades.
Las
prohibiciones aparentemente más arbitrarias no son fruto de ninguna neurosis,
ni de resentimiento alguno de viejos gruñones, sólo deseosos de impedir a los
jóvenes que se diviertan. En principio, las prohibiciones no tienen nada de
caprichoso ni de mezquino, se basan en una intuición semejante a la del
decálogo, pero sujeta a todo tipo de confusiones.
Muchas
de las leyes arcaicas, sobre todo en África, condenan a muerte a todos los
mellizos que nacen en la comunidad, o sólo a uno de cada par. Una regla
absurda, sin duda, pero que no prueba en absoluto la "verdad del
relativismo cultural". Las culturas que no toleran los mellizos confunden su
semejanza natural, de orden biológico, con los efectos
"indiferenciadores" de las rivalidades miméticas. Cuanto más se
exasperan esas rivalidades, más intercambiables resultan, en el seno de la
oposición mimética, los papeles de modelos, de obstáculo y de imitador.
En
suma, paradójicamente, cuanto más se envenena su antagonismo, más se asemejan
los antagonistas. Éstos se oponen entre sí de modo tanto más implacable cuanto
más borradas quedan por su oposición las diferencias reales que antes los
separaban. Por más que la envidia, los celos y el odio hagan uniforme a quienes
se oponen, en nuestro mundo se rehúsa pensar en esas pasiones en función de las
semejanzas e identidades que constantemente engendran. Sólo hay palabras para
la falaz celebración de las diferencias -esa celebración que hace hoy más
estragos que nunca en nuestras sociedades-, y no porque las diferencias reales
aumenten sino porque desaparecen.
(René
Girard, Veo a Satán caer como el relámpago, Barcelona, Ed. Anagrama.)
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